El ejercicio intermitente de alta intensidad (EIAI) es una de las formas de actividad más
frecuente en la mayor parte de los deportes de equipo (fútbol, baloncesto, balonmano o fútbol
sala) y en algunos individuales (tenis o badminton). Se trata de especialidades deportivas
acíclicas y mixtas (aeróbico - anaeróbicas) en las que se intercalan fases de ejercicios a
diferente intensidad con pausas de recuperación activas e incompletas, durante un extenso
espacio de tiempo (60 - 120 m).
En estas modalidades deportivas, la actividad del jugador se caracteriza por un volumen
considerable de desplazamientos de intensidad media y baja (velocidades inferiores a 5 m/s),
donde la energía es suministrada por el sistema aeróbico, y numerosos esfuerzos de corta
duración (3 a 8 s) y máxima intensidad (< 7 m/s), en los que la contribución principal procede
del metabolismo anaeróbico aláctico, intercalados con periodos cortos de recuperación (Barbero
2002). No obstante, debido a las elevadas exigencias del juego y a la reiteración de los
esfuerzos, la contribución de la vía anaeróbica láctica podría aumentar en las fases finales del
partido, como consecuencia de la fatiga acumulada.
2
Aunque la distancia efectuada esprintando (velocidades superiores a 7 m/s) no es
elevada, representa aproximadamente el 10% de la distancia total recorrida, podemos
considerar la capacidad del jugador para realizar un elevado número de esfuerzos a velocidad
máxima con breves periodos de recuperación como esencial en este deporte , puesto que este
tipo de actividades (cambios rápidos de dirección, aceleraciones, desmarques, etc.), en la
mayoría de los casos, preceden o forman parte de las acciones decisivas de un encuentro,
pudiendo ser considerada como un factor determinante del rendimiento óptimo en esta
especialidad deportiva.
Davis y Brewer (1993) concedieron una importancia relevante a la resistencia al esprint
en jugadores de fútbol, proponiendo éste factor, como el de mayor significación entre atletas
de elite y los de nivel inferior. Un rendimiento eficiente implica la necesidad de reducir al
máximo el tiempo que se necesita para recuperar, consiguiendo mantener durante el mayor
tiempo posible una elevada performance en la ejecución de esfuerzos a máxima velocidad.
La repetición de esfuerzos con recuperaciones incompletas se suele asociar a una notable
disminución de la glucogenolisis, debido a un descenso de la potencia desarrollada o a la
disminución del tiempo de resistencia (Spriett, 1995).
Numerosos estudios han investigado sobre el EIA I demostrando que el rendimiento
alcanzado en las fases de ejercicio, depende de la duración de las fases de recuperación
(Hermansen et al., 1972; Saltin et al., 1992; Gaitanos et al., 1993; Bangsbo et al., 1994) y del
tipo de actividad realizada durante la misma (Thiriet et al., 1993; Signorile et al., 1993; Dorado
García et al., 1999). Se confirma que la recuperación activa está relacionada con un
rendimiento superior en la capacidad de realizar esfuerzos intermitentes de alta intensidad,
tanto si se trata de esfuerzos en los que se produce una aceleración máxima desde el inicio
(Signorile et al., 1993; Weltman et al., 1977), como si son de carga constante (Thiriet et al.,
1993; Dorado García et al., 1999).
Se ha demostrado que la recuperación activa permite aumentar el VO
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por dos mecanismos: aumentando la duración del esfuerzo e incrementando la velocidad media
de los procesos oxidativos (Dorado García et al., 1999).
Habitualmente, se ha sugerido en la literatura que un elevado VO
2 máx. puede ser
determinante en la capacidad para recuperar energía entre esprints repetidos (Bogdanis et al.,
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1995, 1996). Sin embargo, se ha comprobado (Balsom et al., 1992) que las respuestas
fisiológicas al ejercicio intermitente de corta duración y de máxima intensidad están
relacionadas con la distancia del esprint. Los estudios que apoyaban la importancia de un alto
VO
2 máx. en la capacidad para realizar EIAI han utilizado tradicionalmente esprints repetidos
con duraciones que varían entre 6 y 30 s, mientras que la mayoría de los deportes de equipo
coinciden en caracterizarse por periodos de máxima intensidad superiores a 3 s (Bishop et al.,
1999). Según estos autores, la importancia de la aportación de un elevado VO
2 máx. sobre la
capacidad de realizar esfuerzos máximos repetidos es mínima si atendemos a la duración típica
de los esprints practicados en los deportes de equipo.
En resumen, si bien el VO
2 máx. ha sido relacionado significativamente con los procesos de
recuperación, mediante la capacidad para resintetizar fosfocreatina (PCr) o la remoción de
lactato tras esfuerzos intermitentes de alta intensidad (Tomlin y Wenger, 2001), parece ser que
esta trascendencia es menor cuando se trata de distancias más cortas (0 a 15 m) donde es
probable que la degradación de PCr sea mucho menor (Bishop et al., 1999), e incluso existen
evidencias de la ausencia de relación significante entre potencia aeróbica y la capacidad de
recuperación (índice de fatiga y curva de recuperación cardiaca) tras ejercicio anaeróbico (Test
de Wingate y test line drill) en jugadores de baloncesto (Hoffman et al., 1999).
El propósito del presente estudio es analizar si existe alguna relación entre el máximo
consumo de oxígeno (potencia máxima aeróbica - VO
2 máx.) y la capacidad para efectuar
esfuerzos intermitentes de máxima intensidad y el potencial de recuperación (índice de fatiga),
en jugadores profesionales de fútbol sala.
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